La endodoncia es la especialidad odontológica que se dedica al tratamiento de las afecciones de la pulpa dentaria, nervio del diente, y de la cavidad pulpar, cámara pulpar y conducto radicular.
Cualquier pieza dental puede ser sometida a tratamiento endodóntico incluso aquellas que ya fueron tratadas y por alguna razón deban serlo otra vez; como por ejemplo: procesos infecciosos que no remiten, obturaciones deficientes, sobreoturaciones, etc.
El tratamiento de endodoncia tiene como finalidad acceder al interior del diente para poder eliminar todo el contenido de la cavidad pulpar; ya sea la pulpa dentaria enferma o necrótica (muerta), como así también, restos dentinarios (detritus) y todos los microorganismo y sus toxinas presentes en el interior de la pieza que estén provocando infección y/o dolor.
El tratamiento endodóntico, se realiza en la mayoría de los casos en una sola sesión y con anestesia local, por consiguiente, sin dolor para el paciente.
Luego de aplicada la anestesia, se aísla la pieza dentaria del resto de la boca colocando una goma dique. Se establece así un campo para lograr la antisepsia del diente y asegurar la limpieza del conducto durante toda la sesión mientras se lleva a cabo la instrumentación y obturación del mismo.
Por otro lado, se mantiene la seguridad del paciente ya que se trabajara con instrumental de pequeño tamaño evitando la posible impulsión de los mismos a la vía aérea, y además ayuda al odontólogo a tener un mejor campo visual.
Luego, se procede con turbina y piedras de diamante a realizar la apertura de la pieza dentaria. Así se logra el acceso a la cámara y conductos radiculares.
La limpieza e instrumentación se lleva a cabo con fresas y limas de tamaño acorde a la pieza dentaria y según su anatomía interna.
La anatomía interna no puede visualizarse en forma directa, sólo se puede intuir por medio de la sensibilidad táctil y de este modo, el endodoncista crea una imagen tridimensional en la mente del profesional.
También se realizan placas radiografías que se toman en forma intraoperatoria. Generalmente, se toman entre tres o cuatro radiografías para realizar un correcto tratamiento de conducto: una preoperatoria, donde se evalúa la anatomía dentaria tanto interna como externa y su relación con el hueso y ligamento periodontal.
Una segunda llamada conductometria, donde colocando una lima en el interior de la pieza sirve para medir la longitud de trabajo, desde el foramen apical (agujero situado en la raíz dentaria por donde entra el paquete vasculo nervioso) hasta el borde incisal o cualquier otra referencia elegida.
Una generalmente llamada conometria donde se evalúa la longitud y adaptación del cono de gutapercha elegido para la obturación. Y finalmente se toma una cuarta radiografía posoperatoria.
También se realizan lavajes con el objetivo de limpiar, desinfectar y lubricar los conductos.
La irrigación se lleva a cabo con diferentes soluciones antisépticas, disolventes y/o blanqueantes como por ejemplo: hipoclorito de sodio, edtac, clorhexidina, agua oxigenada etc.
Una vez instrumentado y desinfectado el interior de la pieza dentaria, se procede a la obturación en forma tridimensional del sistema de conductos.
Los materiales de obturación consisten por un lado en un cemento o sellador que puede ser a base de resinas, hidróxido de calcio o eugenol.
En conjunto además se utilizan conos de gutapercha, que es un material de origen vegetal parecido al caucho con propiedades aislantes e impermeables.
Con la obturación se busca dejar al conducto radicular aislado del medio bucal , para que ningún microorganismo o fluido pueda penetrar dentro del conducto y volver a contaminarlo.
Finalmente queda la pieza sana y en condiciones para ser restaurada de la forma más conveniente devolviéndole salud, función y estética.